En el siguiente post trataré
de dar respuesta a las preguntas: ¿Cómo se justifica el carácter educativo del
movimiento? y ¿Cómo no se justifica el carácter educativo del movimiento?
Como dicen Devís y Peiró
cuando practicamos actividad física debemos plantearnos que es lo que se quiere
conseguir, con que intencionalidad realizamos las actividades. En el caso de
que no se planteen estas cosas podríamos aprender cosas como con cualquier
actividad del día a día pero ciertamente no podríamos hablar de educación.
Podemos encontrar tres
grandes teorías que apoyan el valor educativo del movimiento:
La primera es la educación de
lo físico, teoría que da mucha importancia a las actividades físicas dentro de
la educación. Herbert Spencer dice que la primera condición en la vida es la de
ser un buen animal y que para prosperar una nación hay que formar buenos
animales. Es una teoría que centra la enseñanza en lo corporal.
La siguiente teoría además de
centrarse en lo corporal quiere ir más allá y darle otros valores a la educación física. Estos
valores son intelectuales, morales y estéticos. La educación a través de lo
físico se centra en las respuestas emocionales, las relaciones personales, los
comportamientos de grupo, sociales, etc. De las cuales no debe olvidarse la
educación física.
Arnold propone una nueva
perspectiva, basada en el valor intrínseco del conocimiento teórico y práctico
de la educación física. Aparecen entonces tres dimensiones: la educación sobre
el movimiento, la educación a través del movimiento y la educación en
movimiento.
La primera se basa en la
formación que reciben los que aplican las actividades físicas sobre los demás
con diferentes disciplinas. La segunda se basa en los valores extrínsecos
indirectamente asociados al movimiento. La tercera esta relacionada con los
valores intrínsecos a los contenidos de la educación física. Es necesario saber
como llevar a cabo las tareas, por ejemplo levantar pesas.
Respondiendo a la otra
pregunta diremos que los valores educativos de los contenidos no se encuentran
en ellos mismo, si no en la valoración que nosotros les asignamos.
No podemos dar por hechos los
valores en deportes o juegos, porque por ejemplo un juego sexista o excluyente
no es educativo. Debemos buscar estrategias metodológicas para que se puedan promover
los valores que nosotros deseamos.
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